Por Carlos Bustamante Salvador
Nos encontramos viviendo momentos difíciles que lamentablemente el gobierno de turno lo ha llevado y lo ha puesto en el despeñadero, la prepotencia y el autoritarismo; la concentración total de poderes que niega la pluralidad democrática; la polarización y presencia de un solo partido o movimiento político que demuestra la construcción de una sociedad cerrada donde se distorsiona la realidad democrática a través de una carga alienante de propaganda estatal y cadenas semanales que desfiguran la realidad nacional de manera confusa o errónea, que plantean escenarios políticos y económicos de estabilidad y bonanza, ligado a un desconocimiento general de legislación, son los síntomas de la patología populista. Lamentablemente nuevamente hemos sido engañados. El discurso populista se basa en la diferenciación de la sociedad que se enfrenta de manera antagónica en una lucha maniquea entre el bien y el mal, la redención y el vasallaje, que divide a la sociedad entre el pueblo virtuoso encarnado en el líder y sus candidatos y los enemigos calificados como anti-patria. Uno fue aquel discurso de campaña, y otra es la actitud actual. La migración continúa inexorablemente, el costo de la vida cada día es más alto; se ha tomado el dinero de los jubilados, la dolarización por la mala práctica económica está por caer; no existe fuentes de trabajo ni industria nacional, sin embargo nos cerramos aislándonos; la concertación y el diálogo es una quimera; los procesos electorales son continuos en un país donde no existe dinero para el despilfarro. El país no aguanta más, es un enfermo terminal, la institucionalidad está en grave riesgo, la vigencia auténtica de ley, el respeto a los derechos humanos, al debido proceso han sido vulnerados absurdamente por quien dirige los destinos del Ecuador. La imagen es de desorganización, autoritarismo y populismo Estamos a tiempo para el cambio en la forma y manera de gobernar, el país no necesita un capataz, los principales protagonistas de la política son los llamados a organizar a la sociedad, a fin de que el Estado de Derecho renazca y perdure, donde la ley se encuentra sobre los gobernantes, y es redactada para permitir una convivencia pacífica, más no para proteger y perdurar una forma de gobierno ilimitado. La solución está en diálogo, en la reconciliación general y en gobernar a favor de todos.
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